Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté, y vi que la vida era servicio. Serví, y vi que la vida era alegría.
Nunca tengan temor de dar. Den hasta que duela. Y no den lo que les sobra. Den lo que les hace falta.
Aquel que no pone límites a su compromiso con el prójimo tal vez pague con su propia vida la fidelidad de su entrega, pero preferir la muerte a traicionar el amor es el centro del mensaje de Jesús.
Mi amor no precisa fronteras. Es todo cuanto tengo. Y no es de uno sólo. Es de todo lo que urge sanar. Si lo niego o lo vendo, ¿para qué respirar?
Es tiempo de solidaridad, no de limosnas. Porque la solidaridad es horizontal, se ejerce de igual a igual. En cambio la limosna se practica de arriba hacia abajo y humilla a quien la recibe.
Los pobres claman. Es su fuerza y su derecho. Necesitamos de una revolución en nuestras mentes, de una revolución en nuestros hábitos, de una revolución mundial en nuestras sociedades, para que el clamor se oiga efectivamente y sea atendido. De nada vale que Jesús haya nacido en Belén si no nace hoy de nuevo dentro de nosotros.
Imaginemos un mundo sin fronteras. No es difícil hacerlo. Podrán pensar que soy un soñador, pero sé que no soy el único.
La solidaridad es amor. El amor no puede contentarse con su propia sobrevivencia, porque su llama se extingue si no se propaga. Porque fuimos creados para el amor. Porque el amor es lo que le da sentido a la propia existencia.
Estoy absolutamente convencido de que la solidaridad así entendida es el único camino que queda hacia la paz. Hasta tal punto lo estoy, que creo que ser solidario ha de ser la mayor virtud de este tiempo. Porque de ella depende la vida, la felicidad y la dignidad humana. Porque de la solidaridad, sólo de la solidaridad depende el verdadero y único progreso de la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario